El 16 de agosto de 2022 la FIA publicó un primer documento relativo a las futuras unidades de potencia, para entrar a partir del campeonato 2.026. Se trata de un primer borrador, que será complementado en próximas revisiones, pero que enmarca el ámbito de actuación para los constructores que quieran participar. Veamos de qué está hablando la FIA, porque se trata de un cambio radical respecto de la actual regulación.
Primero, a modo de introducción, hagamos una breve reseña histórica.
En 2.013 la F1 utilizaba motores atmosféricos V8, de 2,4 litros de cilindrada, con un rendimiento, entendiendo como tal la relación entre la energía aprovechada para propulsar el vehículo a lo largo de un Gran Premio y la energía total consumida en hacerlo, por debajo del 30%. Es decir, que más de dos tercios de la energía consumida se perdían en forma de calor, sin llegar a sacar provecho de ella.
En 2.014, primer año de la fórmula actual híbrida, ese valor ya estaba claramente por encima del 40%.
En 2.022, estamos por encima del 50%. Este es un salto realmente impresionante, que va a tener aplicaciones a muchas otras actividades, generando unas ganancias económicas y ambientales de gran importancia, que compensarán sin duda los importantes costes de desarrollo, y que, extrañamente, son poco valoradas por la propia F1.
Uno de los aciertos, a nuestro modo de ver, que tuvo la FIA en el cambio de reglamentación de 2.014, fue la introducción del concepto “energía disponible” y, más todavía, su derivada, “flujo de energía disponible”, de tal manera que todos los equipos pasaron a disponer de una determinada cantidad de energía al principio de un Gran Premio (primero fueron 100 kg de combustible, y en 2.022 estamos en 110 kg de combustible). Y, más importante todavía, el flujo de combustible (cantidad de gasolina por unidad de tiempo) está limitado de forma continua al equivalente a 100 kg de combustible/hora.
Esta norma supuso un cambio de paradigma. De la búsqueda prioritaria de la máxima potencia, sin importar demasiado el consumo de combustible, se pasó a establecer como prioridad la máxima eficiencia de los propulsores, dado que el combustible disponible está limitado. Extraer lo máximo de cada gota de combustible, convertido por reglamento en “recurso escaso”.
Vayamos a 2.026. De momento, se ha consensuado un documento de principios, de 78 páginas, cuyos aspectos más destacados son los siguientes:
- Se mantiene un motor de combustión interna, obligatoriamente de seis cilindros iguales, en V, con ángulo de 90º, cuatro válvulas por cilindro, y con las dimensiones internas fijadas (diámetro a 80 mm +-0,1mm), con un máximo de 1.600 cm3.
- Se introducen limitaciones de peso mínimo, centro de gravedad, peso de diversos elementos y dimensiones. No se menciona límite de r.p.m.
- Se prohíben sistemas de geometría variable en turbina y escape. Asimismo, se prohíben sistemas variables de válvulas y trompetas de admisión.
- La presión de alimentación de combustible se limita a 350 Bar, frente a los 500 Bar actuales.
- Se establece un límite de relación de compresión de 16 a 1, frente a la actual situación de libertad en este punto.
- Se acotan medidas referentes al turbocompresor. Se limita la velocidad máxima de rotación a 150.000 r.p.m.
- Se establece un límite de 4,8 barA a la sobrepresión de entrada del aire comprimido al motor. (Actualmente no hay límite)
- Se suprime el sistema de recuperación de energía conocido como MGU-H, (recuperación térmica).
- Se pasa a un único sistema de recuperación energética, el MGU-K, que recupera energía de las frenadas (recuperación cinética).
- El motor generador del sistema MGU-K pasa de 120 a 350 Kw de potencia, con un par máximo limitado a 500 N-m y revoluciones limitadas a 60.000 por minuto.
- El flujo máximo de combustible para el motor térmico pasa de 100 Kg/hora a 3.000 Mjoules/hora. Pasamos de flujo másico a flujo energético, con una reducción de un 25%, aproximadamente.
- El combustible debe cumplir las condiciones de AS (advanced sustainable), es decir, derivado de un sistema de captura previa de CO2, fuel renovable sintético, de residuos municipales o biomasa no alimenticia, y debe garantizar la reducción de gases de efecto invernadero, respecto de los combustibles fósiles, por lo menos al nivel definido en la Directiva de energías renovables para el sector transportes vigente en el año en que se celebre la competición.
- El combustible deberá tener entre 38 y 41 Mjoule/kg de poder calorífico. (Actualmente el poder calorífico está en 44 Mjoule/kg).
- El combustible deberá tener una densidad comprendida entre 720,0 y 785,0 kg/m3.
- No se establece un valor máximo de capacidad de la batería. Sin embargo, la diferencia entre carga máxima y carga mínima de la batería no puede superar en ningún momento los 4 Mjoule.
- Se establecen pesos mínimos para el ICE, de 130 kg, para el sistema eléctrico y batería, de 35 kg, y para el sistema MGU-K, de 20 kg. En total, la unidad de potencia completa debe pesar, como mínimo, 185 kg.
- Se establecen condiciones de homologación, así como un completo detalle de las piezas y componentes que pueden mejorarse y las que no, y eso durante el periodo 2026-2030.
- Se mantiene el margen del 3% de diferencia de potencia como máximo entre fabricantes, pudiendo intervenir en caso de que se aprecie una diferencia mayor.
- Se establece una lista de materiales permitidos y prohibidos, para cada uno de los componentes principales de la unidad de potencia.
Cabe señalar que se trata de un primer documento, susceptible de verse ampliado o modificado más adelante. Sin embargo, a la vista de estas medidas, ya se pueden aventurar varias conclusiones.
Actualmente, las relaciones de compresión reales de los motores F1, aun siendo turboalimentados, están en el entorno de 18 a 1. A título comparativo, el motor turboalimentado “de calle” de mayor rendimiento, el V6 del Ferrari 296 gtb, está en 9,4 a 1.
Para 2026 se establece un límite de relación de compresión de 16 a 1. Esta medida supone una reducción de rendimiento notable respecto de la situación actual, y la eliminación de una vía de investigación de los motoristas para aumentar la eficiencia en la combustión.
La reducción de la presión máxima de la inyección, pasando de 500 a 350 bar, incide también en el rendimiento, dado que aumenta los tiempos de la combustión, reduce el efecto de turbulencia en el interior de la cámara de combustión y la atomización de la mezcla.
Ambas medidas, en definitiva, van en detrimento de la eficiencia del motor térmico.
La supresión del MGU-H supone una simplificación de la unidad de potencia en su conjunto. Este elemento ha sido el más complejo, lo que ha supuesto mayores costes de desarrollo de las unidades de potencia en la era híbrida. Desde el punto de vista técnico, es el apartado más atractivo y que mayor diferenciación permitía, por lo que no podemos por menos que lamentar su ausencia.
A cambio, se modifica sustancialmente la recuperación energética cinética, pasando de un motor generador limitado a 120 Kw en la actualidad, a uno de 350 Kw para 2026. Para su aprovechamiento, se aumenta la capacidad de recuperación de energía cinética (la que se recupera en las frenadas) de 2 Mjoule/vuelta a 9 Mjoule/vuelta. Ello supone que buena parte de la frenada del tren trasero vendrá del motor generador eléctrico, en lugar del sistema de frenada convencional por discos, que quedará muy reducida. Asimismo, la batería se podrá dimensionar en consecuencia. Sin embargo, se mantiene la restricción de que la diferencia máxima entre carga máxima y mínima de la batería sea de 4 Mjoule. Esto se traduce en que el motor eléctrico solamente podrá funcionar de forma continuada a máxima potencia de 350 Kw como máximo durante 11,3 segundos, si no se carga la batería durante este periodo.
En un primer análisis podemos vaticinar dos conclusiones claras.
La primera es que se pierde sofisticación técnica, siempre asociada al concepto de Formula uno. Se acotan mucho los materiales disponibles, los factores de rendimiento y las vías de investigación y desarrollo de las unidades de potencia, tendiendo todo ello a una uniformización, frente a la diferenciación que se espera de cada fabricante.
La segunda conclusión es que se reduce el consumo de combustible y consecuentemente la disponibilidad de energía efectiva para el empuje del vehículo se ve reducida con respecto a la situación actual.
Para verlo más gráficamente, supongamos un gran premio de 70 vueltas, correspondiente a un circuito de 4,35 km, y teniendo en cuenta que la F.I.A. ha declarado que la potencia total del vehículo se mantendrá como la actual, estableciendo esta en 1.000 C.V., equivalentes a 745,7 Kw.
Esto significa que, actualmente, el motor térmico desarrolla 625,7 Kw, mientras que el MGU-K dispone de 120 Kw, lo que hace que conjuntamente se tengan los 745,7 Kw, equivalentes a 1.000 C.V.
Los F1 2022 consumen unos 100 kg de combustible, lo que supone 1.220 kw-h, equivalentes a 4.392 Mjoule de energía. Además, recuperan 140 Mjoule mediante el MGU-K, y unos 250 Mjoule mediante el MGU-H. En total, 4.782 Mjoule.
Esta es la energía consumida en un gran premio, pero el motor térmico tiene un rendimiento del 51,29%, mientras que el motor eléctrico podemos suponer que tiene un rendimiento del 95%, con lo que la energía realmente aprovechada para impulsar un F1, a día de hoy, durante un gran premio similar al del ejemplo, es de 2.623,02 Mjoule. El rendimiento neto actual sería de un 54,85 %.
En 2.026, para disponer de los mismos 1.000 C.V., o 745,7 Kw, deberemos tener un motor térmico que desarrolle 395,7 Kw, que sumados a los 350 Kw del MGU-K, nos darán los mismos 745,7 Kw. Ello significa que el motor térmico deberá tener un rendimiento del 47,48%, inferior al actual. Tengamos en cuenta que el combustible de 2026 será sintético o biocombustible, neutro en CO2, y que la limitación impuesta por la F.I.A. a un máximo de 41 Mjoule/kg, implica una reducción del poder calorífico (energía) respecto del que tiene el combustible actual, de aproximadamente 44 Mjoule/kg. No solamente esto, si no que todo el proceso de combustión deberá revisarse, dado que las características químicas del combustible no son las mismas, la relación de compresión estará limitada a 16 a 1, y la presión de alimentación se reduce de 500 a 350 Bar.
Volviendo al circuito ejemplo, los F1 2026 consumirán, para ese mismo gran premio teórico, 73,2 kg de combustible, equivalentes a 3.000 Mjoule de energía. Además, recuperarán 630 Mjoule, mediante el MGU-K potenciado. En total, 3.630 Mjoule. Esta será la energía consumida durante un gran premio. Como vemos, se pierden 1.152 Mjoule respecto a 2022, equivalentes a una reducción del 24 %.
Ahora bien, dado que se va a disponer de mayor potencia eléctrica, que tiene un rendimiento más elevado, la pérdida “real” será menor, de un 22,28%, aproximadamente.
La energía aprovechada será de 2.038,50 Mjoule y el rendimiento neto sería de un 56,15%, mejorando ligeramente el actual.
¿Qué significa esto?, que los F1 2026 serán más lentos para llevar a cabo un gran premio, porque, aunque alcancen los mismos 1.000 C.V. de potencia, van a disponer de ella durante menos tiempo, debiendo gestionar más la disponibilidad de potencia durante la carrera. En efecto, en promedio, y dado que solamente se pueden recuperar 9 Mjoule por vuelta, significa que la disponibilidad de los 350 Kw eléctricos queda limitada a unos 25 segundos por vuelta, mientras que ahora disponen, como mínimo de los 120 Kw eléctricos durante 33 segundos por vuelta, además de lo que aporta adicionalmente el MGU-H.
Esta situación se verá agravada en los circuitos largos, como Spa, ya que se dan menos vueltas, y, por tanto, menos energía recuperada.
Cosa distinta es el tiempo a una vuelta, que podría incluso mejorar en algunos circuitos, si se confirma la reducción de peso mínimo del monoplaza.
Estamos ansiosos por conocer las reglas definitivas y poder ajustar más nuestras conclusiones.